«Sólo en comunión fructifica el carisma» EG 130


08/11/2015

Marcos (12,38-44):
En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: «¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»



Reflexión:
   “Dio todo lo que tenía” nos dice el Evangelio, eso puede ser semejante a otra expresión: dejarlo todo por Cristo.
   Dejarlo todo por Cristo no quiere decir abandonar nuestras posesiones y amigos para irnos de peregrinos, ni que debemos partir con todas nuestras posesiones para poder ser discípulos de Cristo. Renunciar a todo lo que poseemos, tampoco es una especie de intercambio, te doy todo lo mío a cambio de la vida eterna.
   Renunciar a todo lo que poseemos por Cristo, implica un cambio radical de corazón.
   Abandonar todo por Cristo te pide inevitablemente dejar el principio de ser dueño de ti mismo. Bueno, no es fácil salir de nosotros, desdoblarnos. Pero es un criterio racional para tu comportamiento. En definitiva es el “amar a Dios sobre todas las cosas”.
   Dejarlo todo por Cristo es tu completa rendición ante El. Nuestros Criterios son sus Criterios. Nuestros planes son Sus Planes. Hasta poder llegar a decir con S. Pablo que mi vida es Su Vida (Gal 2,20).
   Es la abnegación. El sacrificio que alguien hace de su voluntad, de sus afectos o de sus intereses por motivos religiosos o de altruismo.
   La abnegación implica enfrentarse al egoísmo. Se centra en dar, en lugar de tener. La persona renuncia a algo para asistir al prójimo lo hace con libertad y sin  ninguna obligación; por lo tanto en esa negación existe una elección personal que genera gozo y satisfacción.
   En definitiva es obra de Dios, de su gracia que infunde en nosotros ese Amor a Dios.
   Lo contrario es ser un fariseo.
   Como dice P. Cantalamessa:  “¡Fariseos en la vida y publicanos en el templo! Como el fariseo, intentemos no ser en la vida ladrones e injustos, procuremos observar los mandamientos y pagar las tasas; como el publicano, reconozcamos, cuando estamos en presencia de Dios, que lo poco que hemos hecho es todo don suyo, e imploremos, para nosotros y para todos, su misericordia”.

Evangelio comentado por D. Antonio Escudero, 
Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Albacete