«Sólo en comunión fructifica el carisma» EG 130

TESTIMONIOS

“… las prisas, el ruido, las tareas, la búsqueda de la eficacia inmediata, individualismo, la tensión, no nos dejan escuchar a Dios, por eso hacer este paréntesis para hacer el cursillo te hace frenar, vivir el silencio entrar en la oración, escuchar al Espíritu Santo.  Puse muchas disculpas para no ir, y nunca encontraba el momento de decidirme a ir, creo que he perdido mucho tiempo pensándomelo…
Cuando fui invitada al cursillo, y un amigo me insistía  que tenía que vivirlo, que no sabía con palabras explicarme lo que él había vivido, pensé ¡cuánto misterio!. Pero era cierto, era vivir cada minuto allí. He comprendido cómo la oración me ayuda mucho ante las adversidades de cada día, a reconocerlo en la conducción de mi vida. He sentido la gran alegría  que me nace del corazón y poderla irradiar a los demás; he aprendido que mi disponibilidad hace que me aventure por los demás porque Dios está en ellos y ello me hace servir de una nueva manera, con silencioso deseo de amar; he vivido lo maravilloso que es empezar el día y hacer que los días sean distintos viviendo la realidad, pero con mucha sencillez, alegría, amor, esperanza y mucha oración para ir subiendo cada día un escalón de esa gran escalera que es la vida, porque Dios está en el escalón de más arriba tendiéndome la mano para que no suba sola” (Amparo L.C.)



“Fue una llamada de la forma más inesperada: ¡una reunión de tapper-ware! Mi cuñada llegó impactada, tenía la mirada con un brillo especial. Dios había prendido en su corazón y nos contagió de su alegría. Venía de hacer su Cursillo de Cristiandad. Mi vida hasta entonces, aunque educada en un colegio religioso de Albacete y participando de forma activa en la Iglesia, había perdido “el norte” durante muchos años. Yo sabía que Dios estaba conmigo pero lo sentía a miles de kilómetros de mi corazón. Me dije que este era el momento de acercarme a El y así lo hice: asistí al cursillo del mes de noviembre pasado. Puedo decir que es lo mejor que me ha pasado en mi vida. Allí descubrí, al contacto con otros, que todos teníamos sed de Dios, necesidad de El.
Lo más impactante, para mi,  fue cuando el sacerdote abrió para mí el evangelio por una página cualquiera y me leyó “la parábola de la higuera seca”, en ese instante mis ojos se cubrieron de lágrimas, Dios me había abierto los ojos del corazón, el nunca me había abandonado. Sigo conectada desde entonces con personas del cursillo, leemos y comentamos el evangelio semanalmente. Puedo decir que mis brazos están abiertos a Dios y a su Palabra. ¡Gracias Señor por abrirme los ojos a Ti!  (Victoria S.R.P.)






“Decidí hacer el tercer Cursillo de Cristiandad en Albacete. Hasta entonces todo fueron excusas para no ir, quizás por incertidumbre o recelo a lo que me fuera a producir o encontrar en él.
Ha sido una vivencia muy especial. Un “reencuentro” con el SEÑOR. Siempre he sido consciente de que CRISTO está aquí, acompañándome, pero sólo lo tenía presente en algunos momentos muy concretos y muchas veces me pasaba inadvertido. Este cursillo me ha hecho ser más consciente de la presencia  del SEÑOR en mi vida reflejado en vosotros. Ha sido una parada y un comenzar a caminar sintiendo que realmente JESÚS vive en medio de nosotros. Le pido a DIOS mediante la oración que me conceda la fuerza necesaria  para que sea capaz de mantener vivo en mí este “reencuentro” para dar testimonio suyo y que la  semilla de cada nuevo cursillo germine en todos sus asistentes”  (Aurelio Q.A.)




“Mi paso por estos Cursillos han hecho que mi vida cambie y que no tenga vuelta atrás, fueron el instrumento de Jesús. Fui motivada por mi marido Alberto, que me animó a acudir sin apenas darme dato alguno, el había acudido al primer Cursillo que se realizó y no me contó nada. Y allá fui pensando que no podía perder sólo ganar… Y así fue … Gané.
Encontré mi Fé que siempre estuvo ahí, desde pequeña con mi abuela, sólo que, no me daba cuenta. Lo recomiendo a todo el mundo, tanto a los que como yo, tenían la verdad delante, pero no la veían, como a cualquier persona que quiera renovar esta Fé en Jesús. Es una experiencia para vivirla; te hace parar y mirar en tu corazón, volver la cabeza hacía Jesús y su infinito amor.
He encontrado a Jesús me ha mirado a los ojos y me ha llenado de Amor. Amor por mi familia y por todos vosotros, amor por intentar ser su imagen y semejanza mejor persona día a día, amor que da fuerzas, y que humildemente me hace que le pida por favor que no deje de mirarme nunca en los momentos que flaqueo y que tengo dudas pero también tengo Fé, en su Amor, en su Esperanza, en su Caridad…” (Sara R.M.)





“Entré en el cursillo, quizá en una fase un poco “negra” de mi vida, y salí del cursillo “DE COLORES”. Desde ese último fin de semana de mayo veo los problemas  desde otra perspectiva y con ello sus posibles soluciones, y una de las cosas más bonitas y que más me ayudan en mi día a día  es entregarme a los demás y ver en cada uno de ellos a Jesucristo, sobre todo en aquellas personas a las que antes no hacía caso o incluso no tenía buenos sentimientos hacia ellas”. (Juan, 35 años  Valencia)






“Nunca había sentido un abrazo tan grande. Nunca había sentido tanto cariño en un abrazo. No hay nada comparable y por eso no encuentro nada físico con lo que comparar. Solo estar en su presencia delante del Sagrario me hace bien. Todos los que habéis estado en cursillos, sabéis de lo que hablo. Cada uno desde su amor particular ha sentido algo parecido. ¡Atención!.
Probablemente si alguien lee estas líneas y no ha estado en un cursillo, no entienda la dimensión  del abrazo y del cariño sentido, probablemente. A ellos, solamente les puedo decir, que la única forma de saberlo es viviendo un cursillo”. (Julián, Consuegra)



“Fui al cursillo para enfrentarme a mi vida. Llevaba un saco enorme de preguntas, de porqués ahogados en el tiempo, de miedos y temores, de vergüenza, pero sobre todo, estaba lleno de tristeza. Hay muchas frustraciones en mi vida, mucho dolor, mucho sufrimiento buscando una razón  para seguir aguantando, buscando algo que le de sentido (…)
Cuando vi la película  de mi vida creí morir. No podía parar de llorar y revivía con dolor renovado esas páginas negras  en las que tanto he sufrido: mi vocación perdida, mi enfermedad…, mi tibieza asquerosa. Vi que había malgastado la herencia de mi Padre. Y lloré por ello. Y se me rompió el corazón en más pedazos de los que estaba ya roto. Me encontré  conmigo así, de frente, de sopetón, sin anestesia ni nada, con toda la dureza de la realidad (…)
Pero luego encontré algo. Encontré unos Ojos que me decían como un susurro: “Te quiero”. (María F. S.)