Junio, mes del Sagrado Corazón
de Jesús
(IV)
Una
reflexión para cada día del mes de junio
Corazón amantísimo de Jesús digno
de todo amor y de toda mi adoración; movido por el deseo de reparar y de lavar
las ofensas graves y numerosas hechas contra ti, y para evitar que yo mismo me
manche de la culpa de la ingratitud, te ofrezco y te consagro enteramente
mi corazón, mis afectos, mi trabajo y todo mi ser.
Por cuanto son pobres mis méritos,
¡oh Jesús!, te ofrezco mis oraciones, mis actos de penitencia, de humildad, de
obediencia y de las demás virtudes que practicaré hoy y durante mi vida entera
hasta el último suspiro.
Propongo hacer todo por tu gloria,
por tu amor y para consolar a tu Corazón. Te suplico aceptes mi humilde
ofrecimiento por las manos purísimas de tu Madre y Madre mía María.
Dispón de mí y de mis cosas, Señor,
según el beneplácito de tu Corazón. Amén.
P. León Dehón
6. -LA AGONÍA DEL CORAZÓN DE JESÚS
También Jesús llora. ¿Recordáis el
Huerto de los Olivos? Allí, el Corazón de Jesús fue expuesto al dolor, al
miedo, a la tristeza. Aquí Jesús te renueva aquella triste escena. Pide
adoradores, tiene sed de almas, y está solo, abandonado, olvidado. Solo en la
noche. Solo en las largas jornadas. Siempre solo. ¿Irá quizá alguno a hacerle
compañía?
Jesús vive en el sagrario y es
abandonado por el hombre. Quiere ser su comida y sufre el rechazo. Derrama por
él su sangre y la derrama inútilmente.
En vano el Señor llama adoradores a
su altar. En vano llama a las almas a la comunión; pero los hombres se obstinan
en vivir lejos de Él. Por eso, Él está triste.
7.-EL PECADO MORTAL
Jesús llora ante la muerte de su
amigo Lázaro. ¿Sabes tú por qué Jesús ante el cadáver de su amigo llora, vibra,
reza?
Porque era cadáver. He aquí tu
imagen cuando te duermes en el pecado. No bastan las invitaciones del ángel
custodio, las oraciones de la madre, los consejos de los amigos, las
correcciones del confesor. Queremos un milagro de Jesús. Es Jesús mismo quien
debe llorar, gritar, rezar por ti, alzar su voz. ¿Y tú tan fácilmente te
abandonas al pecado?
Con un pecado mortal pierdes todo,
todo está perdido. Tú eres sensible a todos los afectos más tiernos y
delicados. ¿no sientes nada al ofender a Dios, al ponerlo de nuevo en la cruz?
Sobre tu frente está esculpida la imagen de Dios y tú la manchas para echarla
en el fango.