«Sólo en comunión fructifica el carisma» EG 130

Oración de las tres dictada por Jesús a Santa Faustina Kowalska



Expiraste, Jesús, pero Tu muerte hizo brotar un manantial de vida para las almas y el océano de Tu misericordia inundó todo el mundo. Oh, Fuente de Vida, insondable misericordia divina, anega el mundo entero derramando sobre nosotros hasta Tu última gota.
Oh, Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús, manantial de misericordia para nosotros, en Ti confío.





El Señor le dijo a Santa Faustina Kowalska lo siguiente sobre la oración de las tres:

A las tres de la tarde en punto, implora Mi misericordia, especialmente por los pecadores; y, aunque sea por un breve momento, sumérgete en Mi pasión, particularmente en Mi abandono en el momento de la agonía. Esta es la hora de la gran misericordia para todo el mundo. Yo te permitiré entrar en Mi dolor mortal. En esta hora, Yo no rehusaré nada al alma que Me pida algo en virtud de Mi pasión.

Fuente: Web Católico de Javier
LAS SIETE PALABRAS DE JESÚS EN LA CRUZ

Son las siete frases que pronunció Nuestro Señor desde la Cruz






Primera Palabra

"
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34)

Aunque he sido tu enemigo,
mi Jesús: como confieso,
ruega por mí: que, con eso,
seguro el perdón consigo.

Cuando loco te ofendí,
no supe lo que yo hacía:
sé, Jesús, del alma mía
y ruega al Padre por mí.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la cruz para pagar con tu sacrificio la deuda de mis pecados, y abriste tus divinos labios para alcanzarme el perdón de la divina justicia: ten misericordia de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando me halle en igual caso: y por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para mi salvación, dame un dolor tan intenso de mis pecados, que expire con él en el regazo de tu infinita misericordia.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.




Segunda Palabra

"Hoy estarás conmigo en el Paraíso" (Lc 23, 43)

Vuelto hacia Ti el Buen Ladrón
con fe te implora tu piedad:
yo también de mi maldad
te pido, Señor, perdón.

Si al ladrón arrepentido
das un lugar en el Cielo,
yo también, ya sin recelo
la salvación hoy te pido.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y con tanta generosidad correspondiste a la fe del buen ladrón, cuando en medio de tu humillación redentora te reconoció por Hijo de Dios, hasta llegar a asegurarle que aquel mismo día estaría contigo en el Paraíso: ten piedad de todos los hombres que están para morir, y de mí cuando me encuentre en el mismo trance: y por los méritos de tu sangre preciosísima, aviva en mí un espíritu de fe tan firme y tan constante que no vacile ante las sugestiones del enemigo, me entregue a tu empresa redentora del mundo y pueda alcanzar, lleno de méritos, el premio de tu eterna compañía.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.




Tercera Palabra

"He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre" (Jn 19, 26)

Jesús en su testamento
a su Madre Virgen da:
¿y comprender quién podrá
de María el sentimiento?

Hijo tuyo quiero ser,
sé Tu mi Madre Señora:
que mi alma desde a ahora 
con tu amor va a florecer.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y , olvidándome de tus tormentos, me dejaste con amor y comprensión a tu Madre dolorosa, para que en su compañía acudiera yo siempre a Ti con mayor confianza: ten misericordia de todos los hombres que luchan con las agonías y congojas de la muerte, y de mí cuando me vea en igual momento; y por el eterno martirio de tu madre amantísima, aviva en mi corazón una firme esperanza en los méritos infinitos de tu preciosísima sangre, hasta superar así los riesgos de la eterna condenación, tantas veces merecida por mis pecados.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.




Cuarta Palabra

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27, 46)

Desamparado se ve
de su Padre el Hijo amado,
maldito siempre el pecado
que de esto la causa fue.

Quién quisiera consolar
a Jesús en su dolor,
diga en el alma: Señor,
me pesa: no más pecar.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz y tormento tras tormento, además de tantos dolores en el cuerpo, sufriste con invencible paciencia la más profunda aflicción interior, el abandono de tu eterno Padre; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle también en la agonía; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme que sufra con paciencia todos los sufrimientos, soledades y contradicciones de una vida en tu servicio, entre mis hermanos de todo el mundo, para que, siempre unido a Ti en mi combate hasta el fin, comparta contigo lo más cerca de Ti tu triunfo eterno.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.




Quinta Palabra

"Tengo sed" (Jn 19, 28)

Sed, dice el Señor, que tiene;
para poder mitigar 
la sed que así le hace hablar,
darle lágrimas conviene.

Hiel darle, ya se le ha visto:
la prueba, mas no la bebe:
¿Cómo quiero yo que pruebe
la hiel de mis culpas Cristo?

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y no contento con tantos oprobios y tormentos, deseaste padecer más para que todos los hombres se salven, ya que sólo así quedará saciada en tu divino Corazón la sed de almas; ten piedad de todos los hombres que están agonizando y de mí cuando llegue a esa misma hora; y por los méritos de tu preciosísima sangre, concédeme tal fuego de caridad para contigo y para con tu obra redentora universal, que sólo llegue a desfallecer con el deseo de unirme a Ti por toda la eternidad.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.




Sexta Palabra

"Todo está consumado" (Jn 19,30)

Con firme voz anunció
Jesús, aunque ensangrentado,
que del hombre y del pecado
la redención consumó.

Y cumplida su misión,
ya puede Cristo morir,
y abrirme su corazón
para en su pecho vivir.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y desde tu altura de amor y de verdad proclamaste que ya estaba concluida la obra de la redención, para que el hombre, hijo de ira y perdición, venga a ser hijo y heredero de Dios; ten piedad de todos los hombres que están agonizando, y de mí cuando me halle en esos instantes; y por los méritos de tu preciosísima sangre, haz que en mi entrega a la obra salvadora de Dios en el mundo, cumpla mi misión sobre la tierra, y al final de mi vida, pueda hacer realidad en mí el diálogo de esta correspondencia amorosa: Tú no pudiste haber hecho más por mí; yo, aunque a distancia infinita, tampoco puedo haber hecho más por Ti.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.




Séptima Palabra

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23, 46)

A su eterno Padre, ya
el espíritu encomienda;
si mi vida no se enmienda,
¿en qué manos parará?

En las tuyas desde ahora
mi alma pongo, Jesús mío;
guardarla allí yo confío
para mi última hora.

Señor y Dios mío, que por mi amor agonizaste en la Cruz, y aceptaste la voluntad de tu eterno Padre, resignando en sus manos tu espíritu, para inclinar después la cabeza y morir ; ten piedad de todos los hombres que sufren los dolores de la agonía, y de mí cuando llegue esa tu llamada; y por los méritos de tu preciosísima sangre concédeme que te ofrezca con amor el sacrificio de mi vida en reparación de mis pecados y faltas y una perfecta conformidad con tu divina voluntad para vivir y morir como mejor te agrade, siempre mi alma en tus manos.

Señor pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Fuente: Web Católico de Javier

La vocación de San José



A pesar de su dolor, José decide abandonar secretamente a María para no dañar su fama; es entonces cuando el Señor, por medio del ángel, le da a conocer su vocación.
Siendo como era justo, y no queriendo infamarla, deliberó dejarla secretamente. (Mt 1, 19)

EL SUEÑO DE JOSÉ
I
Ha pasado muchas noches de insomnio. Y ésta ha sido de sueño difícil: le ha costado mucho dormirse. Con frecuencia se ha despertado presa de una idea que le persigue: soñaba que los hombres de la plaza se reían de él.
Ahora ha logrado conciliar el sueño sobre su humilde lecho, después de pensar y pensar. 
Ocurre que José está ante una tremenda disyuntiva: sabe que María va a ser madre, no lo puede dudar; y sabe también que es pura y sin mancha, no lo puede dudar. Y José ha suspendido el juicio.
María permanece silenciosa. Heroica, prefiere sufrir la sospecha y la deshonra antes que descubrir el secreto.
Él sabe con certeza que su esposa va a ser madre, se lo dijeron las amigas al principio, cuando vinieron a felicitarlo y él quedó con una amarga espina clavada en el corazón. Se lo dice la gente del pueblo, que lo comenta. Se lo dicen sus ojos. Calla también, sufre... y no juzga mal.
Está seguro de la pureza inmaculada de la Niña Virgen, se lo dicen sus ojos limpios, su bondad, su dulzura, su recia personalidad. Hay algo en ella que se impone, tan fuerte, tan decisivo, tan sobrenatural, que detiene la conclusión de la verdad que los ojos enseñan. Para los dos es una gran prueba.
Pavorosa lucha interior que las gentes no advierten. Angustiosas tormentas que los hombres vulgares no comprenden. Pelea por mantenerse fiel cuando todas las razones empujan a lo contrario. La santidad exige la prueba.
Todos creen que él es el padre. Y él sabe que no. Sufre ante el misterio, y respeta la situación.
La ley manda apedrear a las mujeres adúlteras. ¡Es tan grande el pecado! Pero ella no puede estar en ese caso. Sin embargo, José no se lo explica. Y su espíritu lucha entre esos dos extremos que lo ahogan: la pureza de María que se impone, y el hecho de que va a ser madre. Y José suspende el juicio.
II
Lo hace así porque es justo, aunque él sólo tenga razones para sentirse gravemente ofendido. Y no aplica el recurso legal de darle el acta del divorcio, que traería consigo la reprobación pública de la repudiada, sino que sigue la insinuación de la caridad, prefiriendo dejarla secretamente, para no dañar su fama.
Y nosotros, tan veloces en concluir... condenando. Preferimos pensar mal para no engañarnos; pero es mejor engañarse muchas veces pensando bien de hombres malos, que equivocarse alguna vez teniendo mal concepto de una persona buena, pues en este caso hay injuria, cosa que no ocurre en el primero.
Es preciso saber detener el juicio, y más aún la lengua, aunque sea su conclusión lo más lógico, lo más natural. Muchas veces son inocentes aquellos contra los que se dirigen nuestras pruebas, pues en todo caso ignoraremos motivos personales de su actuación, que pueden justificarles plenamente.
Pensar bien trae consigo, además, una gran paz del alma y nos ahorra muchas amarguras.
José detiene el juicio respecto a María, aunque le asaltan clarísimas razones, aunque esa situación le produce honda herida.

III
Decide hacer lo que cree que es mejor. Es el juicio que formula respecto a su personal conducta ante aquella situación. Ya tiene su propio criterio, después de pensar y pensar. Y su juicio es un juicio santo.
Un ángel del Señor se le aparece:
-José, hijo de David, no tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo...
Le ordena el nombre que le ha de poner, y le comunica su misión. José cae en la cuenta de que esos hechos cumplen la profecía.
A veces se nos pide, además, el rendimiento del propio juicio, aunque haya sido formulado con toda rectitud.
José había amasado su decisión con lágrimas, caridad y justicia. Llegó a esa conclusión por un camino penoso y Santo. Ahora le piden que rinda su criterio, que lo someta. Su juicio es lo mejor que se puede hacer humanamente, pero no es lo mejor para los planes de Dios.
Rendir el juicio, hazaña propia de los mejores. ¡Es que mi idea está elaborada con toda rectitud y cuidado! ¡Es que no es ni vulgar ni imprudente! Te contesto: Tampoco lo era la de José.
¡Es que a él le avisó un ángel! El ángel también es una criatura, y Dios tiene muchos medios de avisar, para enseñarnos que nuestras razones no tienen razón. José rindió su juicio sin dilación, y, al despertarse, hizo lo que le mandó el ángel del Señor.

"Caminando con Jesús", J.A. González Lobato, Ediciones RIALP
Fuente: Primeros Cristianos

CURSILLO Nº 13

Mañana, jueves 10 de marzo, comienza el Cursillo de Cristiandad nº 13 de la Diócesis de Albacete. Desde este blog pedimos oraciones y sacrificios para que este nuevo Cursillo dé abundantes frutos,  que el Espíritu Santo inunde con sus dones el corazón de los nuevos cursillistas, y que el triple encuentro que en Cursillos se produce (con Cristo, con los hermanos y consigo mismo) sea pleno.


CLAUSURA DEL CURSILLO






¡Animaos y asistid a la CLAUSURA!

Cuaresma y Alegría
La Alegría en la Cruz



 La alegría es una característica esencial del cristiano y la Iglesia nos recuerda durante la Cuaresma que debe estar presente en todos los momentos de nuestra vida. Ahora meditamos la alegría de la Cruz. La alegría es compatible con la mortificación. Lo que se opone a la alegría es la tristeza, no la penitencia


I. La alegría es una característica esencial del cristiano y la Iglesia nos recuerda durante la Cuaresma que debe estar presente en todos los momentos de nuestra vida. Ahora meditamos la alegría de la Cruz. La alegría es compatible con la mortificación y el dolor.Lo que se opone a la alegría es la tristeza, no la penitencia
La mortificación que vivimos en estos días no debe ensombrecer nuestra alegría interior, sino todo lo contrario: Debe hacerla crecer, porque nuestra Redención se acerca, el derroche de amor por los hombres que es la Pasión se aproxima, el gozo de la Pascua es inminente. Por eso queremos estar muy unidos al Señor, para que también en nuestra vida se repita, una vez más, el mismo proceso: Llegar, por su Pasión y su Cruz, a la gloria y a la alegría de la Resurrección.

II. La alegría es equivalente a felicidad, y lógicamente se manifiesta en el exterior de la persona. La alegría verdadera tiene un origen espiritual. El Papa Pablo Vi nos dice: “La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tiene otro origen: es espiritual. El dinero, el “confort”, la higiene, la seguridad material, no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza, forman parte, por desgracia, de la vida de muchos” (Exhortación Apostólica Gaudete in Domino). Nosotros sabemos que la alegría surge de un corazón que se siente amado por Dios y que a su vez ama con locura al Señor. De un corazón que se esfuerza que ese amor se traduzca en buenas obras; de un corazón que está en unión y en paz con Dios, pues, aunque se sabe pecador, acude a la fuente del perdón: Cristo en el sacramento de la Penitencia. El Señor nos pide que perdamos el miedo al dolor, a las tribulaciones, y nos unamos a Él, que nos espera en la Cruz. Nuestra alma quedará más purificada, nuestro amor más firme. Entonces comprenderemos que la alegría está muy cerca de la Cruz.

III. Dios ama al que da con alegría (2 Corintios 9, 7). No nos tiene que sorprender que la mortificación y la penitencia nos cuesten; lo importante es que sepamos encaminarnos hacia ellas con decisión, con la alegría de agradar a Dios, que nos ve. La experiencia que nos transmiten los santos es unánime en este sentido: “Estoy lleno de consuelo, reboso de gozo en todas nuestras tribulaciones” (2 Corintios, 11, 24-27). Si hemos tenido miedo a la expiación, llenémonos de valor, pensando que el tiempo es breve y el premio grande, sin proporción con la pequeñez de nuestro esfuerzo.
Fuente: SantoRosario.info






4º domingo de cuaresma

La Parábola del Hijo Pródigo



Oh Dios nuestro y Dios de nuestros padres;
Que nuestra oración llegue a Ti.
Ya lo ves, Señor.
no somos ni audaces ni endurecidos,
ni te vamos a decir:
"somos inocentes, no tenemos pecados",
sino que lo confesamos: ¡hemos pecado!
Somos de verdad culpables:
hemos sido rebeldes a tu voluntad,
hemos abusado de tu confianza,
hemos blasfemado, hemos incitado al mal,
hemos calumniado al inocente,
hemos sido orgullosos,
hemos actuado con ira y violencia,
hemos afirmado cosas falsas,
hemos dado malos consejos y ejemplos,
hemos despreciado cosas respetables,
hemos desobedecido, hemos engañado,
hemos despreciado Tu Palabra,
hemos sido duros de corazón,
hemos cometido injusticias,
hemos oprimido al prójimo,
nos hemos entregado a la corrupción,
hemos cometido acciones vergonzosas,
hemos seguido malos caminos,
hemos rechazado a nuestro prójimo
y, para nuestra desdicha,
hemos abandonado tus mandamientos.
Tú, tan justo en todo lo que nos sucede
has seguido actuando siempre
con fidelidad y amor para con nosotros,
y nosotros te hemos olvidado y hemos pecado.
Dios y Padre nuestro,
que tu perdón descienda sobre nosotros,
porque Tú eres un Dios de misericordia
y ante Ti nos presentamos hoy
con corazón arrepentido y doliente.
¡Perdón, Señor, hemos pecado contra Ti!
 Fuente: Web Católico de Javier




Frases para la Cuaresma


"Ayuna de no decir nada
que haga mal a otro.
Pues, ¿de qué te sirve no comer carne
si devoras a tu hermano?"
San Juan Crisóstomo


“La Cuaresma nos ofrece una ocasión providencial para profundizar en el sentido y el valor de ser cristianos, y nos estimula a descubrir de nuevo la misericordia de Dios para que también nosotros lleguemos a ser más misericordiosos con nuestros hermanos.
Benedicto XVI


“Cuaresma es un ‘camino’: un camino que comienza desde la oscuridad y llega a la luz. 
Giacomo Biffi

http://www.assoc-amazon.com/e/ir?t=cristoensangre-20&l=bil&camp=213689&creative=392969&o=1&a=0764819968“La cuaresma da testimonio de la realidad de la oscuridad, de la duda, del temor y del dolor, y nos lleva desde esas experiencias y lugares de la vida real hacia una realidad que es más verdadera y plena: la realidad de la Resurrección, de la Luz y de la Vida.
Kimberlee Conway

“Dios no desea de nosotros un sacrificio por el mero hecho de hacer sacrificio, sino para vivir más. La Pascua no es un tiempo de renunciar al deseo, un tiempo de masoquismo y de sufrimiento. La palabra correcta es ‘podar’, Dios corta el viñedo podando las ramas ‘golosas’ que desperdician la preciosa savia, para producir más…
Denis Sonet



“En el miércoles de ceniza el sacerdote marca con ceniza nuestras frentes diciendo: ‘Arrepiéntete y cree en la Buena Nueva’. Nosotros partimos con nuestras cargas para ir hacia Cristo, por el camino de la muerte y resurrección, por el camino de la Pascua. Este es el camino cuaresmal. Vayamos por este camino con paso ligero, por el camino de la renovación de la vida, y Dios nos acompañará.
Peter P.

http://www.assoc-amazon.com/e/ir?t=cristoensangre-20&l=bil&camp=213689&creative=392969&o=1&a=8483101629“La observancia de la Cuaresma es por excelencia la insignia de batalla cristiana. Por ella nos probamos a nosotros mismos que no somos enemigos de la cruz de Cristo, por ella evitamos el flagelo de la justicia divina, por ella obtenemos fortaleza contra el príncipe de las tinieblas, porque nos protege la ayuda celestial. Si la humanidad se volviese negligente en la observancia de la Cuaresma, sería un perjuicio para la gloria de Dios, una vergüenza para la religión católica, y un peligro para las almas cristianas. Tampoco puede dudarse de que tal negligencia se convertiría en fuente de miseria en el mundo, de calamidad pública y de dolor privado.
Benedicto XIV

“Si algo se sufre por causa de Dios, no puede pasar sin mérito delante de sus ojos, por pequeño que sea.
Thomas Kempis

“Haz que la deuda sea pagadera en la Pascua, y la Cuaresma se te hará corta.
Proverbio Español




Los 50 Consejos del Padre Pío para una 
Vida en Gracia (IV)

Pequeñas "florecillas" del más famoso franciscano 
del siglo XX




31.             Aunque hayas cometido todos los pecados de este mundo, Jesús te repite: te perdono muchos pecados porque mucho has amado.

32.            Sufres, es verdad, pero con resignación y no temas, porque Dios está contigo; tu no le ofendes, sino que le amas: sufres, pero crees que el mismo Jesús sufre en ti y por ti.

33.            Jesús no te ha abandonado cuando huías de Él; mucho menos te abandonará ahora que quieres amarlo.

34.            La humildad y la pureza de costumbres son alas que elevan hasta Dios y casi le divinizan. Recuérdalo: está más cerca de Dios el malhechor que se avergüenza de hacer el mal que el hombre honrado que enrojece por hacer el bien.

35.            Debes tener siempre prudencia y amor. La prudencia tiene los ojos, el amor las piernas. El amor, que tiene piernas, quisiera correr a Dios, pero su impulso de abalanzarse hacia él es ciego, y a veces podría tropezar si no le guiara la prudencia que tiene los ojos.

36.            La prudencia, cuando ve que el amor podría ser desenfrenado, le presta los ojos. Así el amor se calma y, guiado por la prudencia, actúa como debe y no como querría.

37.            El grado sublime de la humildad es no sólo reconocer la propia abyección, sino amarla. He elegido, dice el profeta, ser abyecto en la casa de Dios, antes que vivir en los tabernáculos de los pecadores.

38.            En el mucho hablar no falta el pecado.

39.            Hay que saber confiar: existen el temor de Dios y el temor de Judas.


40.            El miedo excesivo nos hace actuar sin amor, y el exceso de confianza no nos deja ver el peligro que debemos superar. Uno y otro deben ir de la mano y proceder como hermanos.
Fuente: Aleteia.