Los 50 Consejos del Padre Pío
para una
Vida en Gracia (IV)
Pequeñas "florecillas" del más famoso
franciscano
del siglo XX
31.
Aunque hayas cometido todos los pecados de
este mundo, Jesús te repite: te perdono muchos pecados porque mucho has amado.
32.
Sufres, es verdad, pero con resignación y
no temas, porque Dios está contigo; tu no le ofendes, sino que le amas: sufres,
pero crees que el mismo Jesús sufre en ti y por ti.
33.
Jesús no te ha abandonado cuando huías de
Él; mucho menos te abandonará ahora que quieres amarlo.
34.
La humildad y la pureza de costumbres son
alas que elevan hasta Dios y casi le divinizan. Recuérdalo: está más cerca de
Dios el malhechor que se avergüenza de hacer el mal que el hombre honrado que
enrojece por hacer el bien.
35.
Debes tener siempre prudencia y amor. La
prudencia tiene los ojos, el amor las piernas. El amor, que tiene piernas,
quisiera correr a Dios, pero su impulso de abalanzarse hacia él es ciego, y a
veces podría tropezar si no le guiara la prudencia que tiene los ojos.
36.
La prudencia, cuando ve que el amor podría
ser desenfrenado, le presta los ojos. Así el amor se calma y, guiado por la
prudencia, actúa como debe y no como querría.
37.
El grado sublime de la humildad es no sólo
reconocer la propia abyección, sino amarla. He elegido, dice el profeta, ser
abyecto en la casa de Dios, antes que vivir en los tabernáculos de los
pecadores.
38.
En el mucho hablar no falta el pecado.
39.
Hay que saber confiar: existen el temor de
Dios y el temor de Judas.
40.
El miedo excesivo nos hace actuar sin
amor, y el exceso de confianza no nos deja ver el peligro que debemos superar.
Uno y otro deben ir de la mano y proceder como hermanos.
Fuente: Aleteia.