La vocación de San José
A pesar de su dolor, José decide abandonar secretamente a María para no
dañar su fama; es entonces cuando el Señor, por medio del ángel, le da a
conocer su vocación.
Siendo como era justo, y no queriendo infamarla, deliberó dejarla
secretamente. (Mt 1, 19)
EL SUEÑO DE JOSÉ
I
Ha pasado
muchas noches de insomnio. Y ésta ha sido de sueño difícil: le ha costado mucho
dormirse. Con frecuencia se ha despertado presa de una idea que le persigue:
soñaba que los hombres de la plaza se reían de él.
Ahora ha
logrado conciliar el sueño sobre su humilde lecho, después de pensar y
pensar.
Ocurre que
José está ante una tremenda disyuntiva: sabe que María va a ser madre, no lo
puede dudar; y sabe también que es pura y sin mancha, no lo puede dudar. Y José
ha suspendido el juicio.
María permanece
silenciosa. Heroica, prefiere sufrir la sospecha y la deshonra antes que
descubrir el secreto.
Él sabe con
certeza que su esposa va a ser madre, se lo dijeron las amigas al principio,
cuando vinieron a felicitarlo y él quedó con una amarga espina clavada en el
corazón. Se lo dice la gente del pueblo, que lo comenta. Se lo dicen sus ojos.
Calla también, sufre... y no juzga mal.
Está seguro
de la pureza inmaculada de la Niña Virgen, se lo dicen sus ojos limpios, su
bondad, su dulzura, su recia personalidad. Hay algo en ella que se impone, tan
fuerte, tan decisivo, tan sobrenatural, que detiene la conclusión de la verdad
que los ojos enseñan. Para los dos es una gran prueba.
Pavorosa
lucha interior que las gentes no advierten. Angustiosas tormentas que los hombres
vulgares no comprenden. Pelea por mantenerse fiel cuando todas las razones
empujan a lo contrario. La santidad exige la prueba.
Todos creen
que él es el padre. Y él sabe que no. Sufre ante el misterio, y respeta la
situación.
La ley manda
apedrear a las mujeres adúlteras. ¡Es tan grande el pecado! Pero ella no puede
estar en ese caso. Sin embargo, José no se lo explica. Y su espíritu lucha
entre esos dos extremos que lo ahogan: la pureza de María que se impone, y el
hecho de que va a ser madre. Y José suspende el juicio.
II
Lo hace así
porque es justo, aunque él sólo tenga razones para sentirse gravemente
ofendido. Y no aplica el recurso legal de darle el acta del divorcio, que
traería consigo la reprobación pública de la repudiada, sino que sigue la
insinuación de la caridad, prefiriendo dejarla secretamente, para no dañar su
fama.
Y nosotros,
tan veloces en concluir... condenando. Preferimos pensar mal para no
engañarnos; pero es mejor engañarse muchas veces pensando bien de hombres
malos, que equivocarse alguna vez teniendo mal concepto de una persona buena,
pues en este caso hay injuria, cosa que no ocurre en el primero.
Es preciso
saber detener el juicio, y más aún la lengua, aunque sea su conclusión lo más
lógico, lo más natural. Muchas veces son inocentes aquellos contra los que se
dirigen nuestras pruebas, pues en todo caso ignoraremos motivos personales de
su actuación, que pueden justificarles plenamente.
Pensar bien
trae consigo, además, una gran paz del alma y nos ahorra muchas amarguras.
José detiene
el juicio respecto a María, aunque le asaltan clarísimas razones, aunque esa
situación le produce honda herida.
III
Decide hacer
lo que cree que es mejor. Es el juicio que formula respecto a su personal
conducta ante aquella situación. Ya tiene su propio criterio, después de pensar
y pensar. Y su juicio es un juicio santo.
Un ángel del
Señor se le aparece:
-José, hijo
de David, no tengas recelo en recibir a María, tu esposa, porque lo que se ha
engendrado en su vientre es obra del Espíritu Santo...
Le ordena el
nombre que le ha de poner, y le comunica su misión. José cae en la cuenta de
que esos hechos cumplen la profecía.
A veces se
nos pide, además, el rendimiento del propio juicio, aunque haya sido formulado
con toda rectitud.
José había
amasado su decisión con lágrimas, caridad y justicia. Llegó a esa conclusión
por un camino penoso y Santo. Ahora le piden que rinda su criterio, que lo
someta. Su juicio es lo mejor que se puede hacer humanamente, pero no es lo
mejor para los planes de Dios.
Rendir el
juicio, hazaña propia de los mejores. ¡Es que mi idea está elaborada con toda
rectitud y cuidado! ¡Es que no es ni vulgar ni imprudente! Te contesto: Tampoco
lo era la de José.
¡Es que a él
le avisó un ángel! El ángel también es una criatura, y Dios tiene muchos medios
de avisar, para enseñarnos que nuestras razones no tienen razón. José rindió su
juicio sin dilación, y, al despertarse, hizo lo que le mandó el ángel del
Señor.
"Caminando
con Jesús", J.A. González Lobato, Ediciones RIALP
Fuente: Primeros Cristianos