El
Adviento
Reflexión de San Juan
Pablo II, 1978
II
Dios y el hombre
2.
La verdad del cristianismo corresponde a dos realidades fundamentales que no
podemos perder nunca de vista. Las dos están estrechamente relacionadas entre
sí. Y justamente este vínculo íntimo, hasta el punto de que una realidad parece
explicar la otra, es la nota característica del cristianismo. La primera
realidad se llama «Dios», y la segunda, «el hombre». El cristianismo brota de
una relación particular recíproca entre Dios y el hombre. En los últimos
tiempos —en especial durante el concilio Vaticano II— se discutía mucho sobre
si dicha relación es teocéntrica o antropocéntrica. Si seguimos considerando
por separado los dos términos de la cuestión, jamás se obtendrá una respuesta
satisfactoria a esta pregunta. En efecto, el cristianismo es antropocéntrico
precisamente porque es plenamente teocéntrico; y al mismo tiempo es teocéntrico
gracias a su antropocentrismo singular.
Pero
es cabalmente el misterio de la Encarnación el que explica por sí mismo esta
relación.
Y
justamente por esto el cristianismo no es sólo una «religión de adviento», sino
el Adviento mismo. El cristianismo vive el misterio de la venida real de Dios
hacia el hombre, y de esta realidad palpita y late constantemente. Esta es
sencillamente la vida misma del cristianismo. Se trata de una realidad profunda
y sencilla a un tiempo, que resulta cercana a la comprensión y a la
sensibilidad de todos los hombres y sobre todo de quien sabe hacerse niño con
ocasión de la noche de Navidad. No en vano dijo Jesús una vez: «Si no os
volviereis y os hiciereis como niños, no entraréis en el reino de los cielos» (Mt 18, 3).
Catequesis del Papa San Juan Pablo II
29 de noviembre de 1978
29 de noviembre de 1978
Fuente: Aciprensa.