El
Adviento
Reflexión de San Juan
Pablo II, 1978
IV
En los comienzos de la Revelación
4. El Adviento —en cuanto tiempo
litúrgico del año eclesial— nos remonta a los comienzos de la Revelación. Y
precisamente en los comienzos nos encontramos en seguida con la vinculación
fundamental de estas dos realidades: Dios y el hombre.
Tomando
el primer libro de la Sagrada Escritura, esto es el Génesis, se comienza
leyendo estas palabras: Beresit
bara: «Al principio creó... » . Sigue luego el nombre de Dios, que en este texto
bíblico suena «Elohim». Al principio creó, y el que creó es Dios. Estas tres
palabras constituyen como el umbral de la Revelación. Al principio del libro
del Génesis se define a Dios no sólo con el nombre de «Elohim»; otros pasajes
de este libro utilizan también el nombre de «Yavé». Habla de Él aún más
claramente el verbo «creó». En efecto, este verbo revela a Dios, quién es Dios.
Expresa su sustancia, no tanto en sí misma cuanto en relación con el mundo, o
sea con el conjunto de las criaturas sujetas a las leyes del tiempo y del
espacio. El complemento circunstancial «al principio» señala a Dios como Aquel
que es antes de este principio, Aquel que no está limitado ni por el tiempo ni
por el espacio, y que «crea», es decir, que «da comienzo» a todo lo que no es.
Dios,
lo que constituye el mundo visible e invisible (según el Génesis: el cielo y la
tierra). En este contexto, el verbo «creó» dice acerca de Dios, en primer
lugar, que Él mismo existe, que es, que Él es la plenitud del ser, que tal
plenitud se manifiesta como Omnipotencia, y que esta Omnipotencia es a un tiempo
Sabiduría y Amor. Esto es lo que nos dice de Dios la primera frase de la
Sagrada Escritura. De este modo se forma en nuestro entendimiento el concepto
de «Dios», si nos queremos referir a los comienzos de la Revelación.
Sería
significativo examinar la relación en que está el concepto de «Dios», tal como
lo encontramos en los comienzos de la Revelación, con el que encontramos en la
base del pensar humano (incluso en el caso de la negación de Dios, es decir,
del ateísmo). Pero hoy no nos proponemos desarrollar este tema.
Catequesis del Papa San Juan Pablo II
29 de noviembre de 1978
Fuente: Aciprensa.