«Sólo en comunión fructifica el carisma» EG 130

06/11/2015
Lucas (16,1-8):
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: «Había una vez un hombre rico que tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador.” Entonces el administrador se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir limosna. Ya sé lo que voy a hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa, cuando me despidan.” Entonces fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: “¿Cuánto le debes a mi amo?” El hombre respondió: “Cien barriles de aceite.” El administrador le dijo: “Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta.” Luego preguntó al siguiente: “Y tú, ¿cuánto debes?” Éste respondió: “Cien sacos de trigo.” El administrador le dijo: “Toma tu recibo y haz otro por ochenta.” El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz».



Reflexión
   ¿Por qué propuso el Señor esta parábola? No porque el siervo aquel hubiera cometido un fraude, sino porque fue previsor para el futuro. ¿Mirando a qué vida tomó precauciones aquel mayordomo? Mirando a aquella vida de la que tendría que salir cuando se lo mandasen. Él se preocupó por la vida que tiene un fin, y ¿no te preocupas tú por la eterna?
   Pretendemos ser sagaces con nuestros bienes, con el dinero. Buscamos asesores, buenas inversiones. Nos movemos mucho con todo aquello que nos interesa. Removemos “Roma con Santiago” para solucionar nuestras cuestiones materiales.
   Esta es la ironía del Señor: Ay si fuésemos iguales con nuestra fe!
   En realidad este reproche del Señor nos llama a la vigilancia y al esfuerzo en lo espiritual. Porque llegará el momento en que a todos y cada uno de nosotros el Señor nos pedirá cuentas sobre el único negocio que realmente vale la pena: el negocio de nuestra salvación, el cual nos asegura la ganancia infinita del Cielo.
   Eso significa aprovechar todas las gracias que Dios nos da para asegurarnos el porvenir eterno. Tenemos a disposición, entre otras cosas, los Sacramentos, especialmente la Confesión y la Sagrada Eucaristía. Tenemos también la oportunidad de comunicarnos con Dios, orando, para ir descubriendo en la oración sus Planes y su Voluntad para nuestra vida…
   Recuerdo la escena en el Huerto de los Olivos. Los apóstoles dormidos. Tú y yo podemos dormidos en un mundo que necesita  cristianos perspicaces, lúcidos, que piensen. Es la nuestra una “mentalidad  creativa y dinámica para seguir ofreciendo una respuesta original y actual en el cada hoy de la historia”. (IF,75)
Evangelio comentado por D. Antonio Escudero, Consiliario del Movimiento de Cursillos de Cristiandad de la Diócesis de Albacete